El lunes 16 de marzo no pudimos volver a encontrarnos en la escuela y leer un cuento en la primera hora de la mañana. Tuvimos, en cambio, que quedarnos en casa.
Y cada uno en casa, sentía que estaba leyendo un cuento de ciencia ficción; o un cuento que recordaba a la historia de la Bella Durmiente, donde todo, de un momento al otro, se había detenido.
Los que formamos parte de la escuela tomamos conciencia de que debíamos actuar rápido: dentro de ese contexto todos necesitaban ser contenidos.
Las maestras de grado, para poder seguir trabajando con ciencias y con textos debían adaptar los contenidos, fraccionar las unidades y sumar nuevos recursos.
La realidad había dado un giro de 180º, y la escuela se había trasladado a las casas. Los mayores de las familias se convirtieron en transportadores de conocimientos y empezaron a trabajar al compás de los chicos. Así que era necesario poner nuevas reglas sobre la mesa.
Trabajando junto a los chicos, sin guardapolvo, los grandes empezaron a desempolvar conocimientos olvidados.
Multiplicando esfuerzos cada uno fue descubriendo nuevas potencialidades. Se aplicó la propiedad asociativa entre la escuela, la familia y los chicos, y así cada uno fue mejorando gracias al otro.
Entre todos encontramos el denominador común para lograr los objetivos: el trabajo en equipo.
Dentro de este marco, pusimos a los chicos en primer plano. Ellos, junto al profesor de Plástica le pusieron color a la realidad y, animados por los profesores de Educación Física, se mantuvieron en movimiento. Los profesores de Música les propusieron actividades acordes y ellos las ejecutaron a todo ritmo. Con las herramientas que aprendieron a utilizar en Tecnología hicieron creaciones maravillosas y con los profesores de Inglés se fueron comunicando cada vez mejor en el idioma que ayuda a abrir nuevas puertas. Las maestras bibliotecarias colaboraron para que los chicos mantuvieran viva su imaginación y los animaron a ser autores de una obra con final feliz.
Al ir releyendo lo que vivimos, capítulo a capítulo vemos entre líneas que lo que nos ayudó a llegar a un final feliz fue la fuerza del amor. Ese es el verdadero tesoro de esta historia.
El espíritu de equipo y la mirada amorosa que enaltece al otro es lo que se destaca de esta Comunidad Educativa. Y esto, más que nunca, se valora y se agradece de todo corazón.